En el éxtasis de ignorancias y egocentrismos que se originaron desde épocas prehistóricas, durante milenios la mayoría de los humanos evolutivos ilusoriamente se han creído que un concepto simple de “tierra plana” insertada dentro de una burbuja de agua sería la única creación de los conjuros instantáneos de sus dioses inexistentes e imaginarios y que ellos por ser descendientes de plastas aglutinadas divinizadas de lodo y una costilla quirúrgica, fueron agraciados y bendecidos como los únicos seres vivos aparentemente inteligentes de todo el universo, en grados tan superlativos que después de muertos sus “almas” acumularían derechos para preservarse el resto de la eternidad como modelos de beatitudes y mojigaterías.

En esos torbellinos de supersticiones y credulidades se ingeniaron más de 5 mil leyendas de seres omnipresentes y todopoderosos que aún se disputan la territorialidad cósmica, como la inocente historia de indígenas americanos que recuenta la increíble hazaña de la venerable anciana “abuela araña” que con sus redes mágicas fue tejiendo los territorios sagrados que pisamos y los brillantes luceros que contemplamos en el cielo.

Algunos ancestros cavernícolas si tuvieron curiosidad honesta por las estrellas y según se narra en una mitología de la antigua Birmania, esas luminosidades del cielo serían las fogatas (similares al sol) de pobladores y cazadores distantes que habitarían en lugares distantes del cielo.

Asombrosamente ahora sabemos que eso es posible porque se han descubierto aproximadamente 10 mil planetas extrasolares y seguramente en bastantes ya se ha desarrollado la vida aunque sea de organismos unicelulares.

A principios del siglo XVII el astrónomo Galileo Galilei al descubrir y explicar el movimiento de las lunas de Jupiter automáticamente demostró que el sol es el centro de un sistema planetario concéntrico como lo había propuesto Nicolaus Copernicus, pero este avance científico fue clasificado entre las categorías de herejías y blasfemias por los ignorantes eclesiásticos del Vaticano que aún en el siglo XXI no han tenido el valor de reconocer las equivocaciones apócrifas de sus sacrosantos y nefarios textos bíblicos que tanto idolatran y se repiten hasta el cansancio. Para beneplácito de los pensadores el extraordinario trabajo de Galileo fue el comienzo del renacimiento cultural y la época científica moderna.

En los siglos que transcurrieron continuaron las investigaciones otros genios como Johannes Kepler, Isaac Newton, Nikola Tesla, Thomas Edison, Albert Einstein y cientos más que fueron agregando pequeñas soluciones al infinito rompecabezas del universo.

Por los descubrimientos comprobados de esos pensadores ilustres sabemos que nuestro planeta Tierra es el tercero en un sistema solar de una estrella mediana común ubicada dentro de un brazo espiral de la galaxia llamada Vía Láctea en la que podría haber hasta 400 mil millones de estrellas, algunas en formación, otras en etapa de extinción, pero posiblemente miles o millones como nuestro sol con planetas habitados y seres diferentes o similares a nosotros los mamíferos primates humanos.

El día que tengamos contacto formal con seres de otros mundos y que los líderes religiosos de todas las denominaciones eclesiásticas comiencen a decirles que sus malévolos dioses Yawhé o Jehová, Quetzalcoatl, Make Make, Viracocha y los miles más, supuestamente crearon todo lo que existe en el universo, seguramente en ese preciso instante nuestros amigos galácticos en sus modos fisiológicos de reírse se retorcerán a carcajadas en el piso de sus naves durante largos minutos como consecuencia de esas mitologías dioseriles y diabólicas terrestres.

La pequeñez de la Tierra se ha demostrado de diversos modos, pero es triste saber que aún en la actualidad pocos habitantes hemos logrado comprender la fragilidad del ecosistema biológico donde que vivimos, resultando que la mayoría ignoran totalmente de modos irresponsables y descuidados los efectos de la contaminación de productos químicos y los fenómenos de cambios climáticos originados por el inexorable calentamiento global.

Sin embargo, no todo se ha perdido …

Uno de los proyectos más notables de la agencia espacial NASA fue el de las naves Voyager que se desarrollaron después de que el científico Gary Flandro del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de Pasadena descubrió que podría desarrollar la trayectoria para visitar en un solo viaje espacial los cuatro planetas gigantes de gas … Jupiter, Saturno, Urano y Neptuno … una conjunción fortuita que solo se logra en intervalos de 170 a 180 años.

En referencia a este dato el director de la NASA le dijo bromeando al presidente de los Estados Unidos que la última vez que hubo un agrupamiento similar de planetas fue durante la época de Thomas Jefferson, aunque por motivos involuntarios que no fueron de su jurisdicción se perdió aquella grandiosa oportunidad.

Inicialmente el proyecto parecía imposible, no solo por los cálculos de las órbitas distanciadas, pero este detalle técnico fue resuelto con métodos simples utilizando como impulso la fuerza de gravedad de los mismos planetas, lo cual prácticamente garantizaba el éxito de la misión, sin embargo, el otro problema terrestre más grave que entonces confrontaban los científicos de la NASA era la ignorancia del público y los congresistas que deberían aprobar los presupuestos necesarios para completar la construcción de por lo menos una nave o de preferencia dos que fueran gemelas por si una tuviera fallas.

Sin ser vencidos por problemas económicos y con los entusiasmos en los niveles más altos, los científicos tuvieron la brillante idea de seleccionar a un joven desconocido que maravillosamente platicaba a sus alumnos y compañeros historias de astrónomos y hombres sabios.

Durante los años 60’s el ingeniero en cohetes Werner Von Braun tenía todas las posibilidades en su contra y sus proyectos espaciales y el viaje a la luna solamente estaban dibujados en papeles, pero sus magníficas ilustraciones comenzó a publicarlas en las revistas Collier’s y Time, después Walt Disney lo presentó en sus programas de televisión … y sucedió lo inesperado … pero no en los Estados Unidos, sino en Rusia, donde el ingeniero Sergei Korolev que también tenía problemas de credibilidad con los jerarcas soviéticos, utilizó esas páginas publicadas para convencerlos de que uno de sus cohetes podría salir a la estratósfera y colocar un satélite de comunicaciones llamado Sputnik antes de que lo hicieran los americanos.

Ese lanzamiento histórico fue considerado como “un día de vergüenza” por los descerebrados congresistas conservadores y entonces Werner Von Braun finalmente fue llamado para desarrollar sus proyectos y fundar la agencia espacial NASA con el único propósito de competir con la Unión Soviética … y así comenzó la carrera espacial.

De igual modo se pensó que ese joven entusiasta llamado Carl Sagan llamaría la atención del público en programas de televisión y eso serviría de presión social para los políticos ignorantes, lo cual exactamente sucedió, pero también surgió la primera celebridad del mundo científico que originó el fenómeno por la avidez de conocimientos profundos del universo y los descubrimientos espaciales.

Cuando era niño Carl fue a la biblioteca pública de New York y por su corta estatura pidió ayuda para localizar un libro de estrellas en los elevados estantes, entonces el empleado que lo asistía equivocadamente le entregó un libro de “estrellas” de Hollywood, pero después tuvo que corregir la equivocación.

Con esas páginas y la imaginación Carl tuvo el primer contacto formal con el infinito del universo.

Durante la misma época el abuelo preguntó a Carl … “¿A qué te dedicarás cuando seas adulto?” … y después de haber visto el libro de estrellas con seguridad respondió … “astrónomo” … pero el abuelo siguió cuestionando creyendo que eso sería lo más grave que podría sucederle a su nieto … “¿Y de qué piensas vivir?” … pero esa carencia económica jamás le cruzó a Carl por la mente ni le sucedió porque se convirtió en el astrónomo más famoso y celebrado del mundo después de que cambió la visión de las ciencias en generaciones de jóvenes, algo únicamente comparable a los Beatles cuando transformaron la historia de la música con sus canciones.

Después de graduarse Carl comenzó a colaborar esporádicamente en la NASA hasta que participó tiempo completo en el desarrollo del proyecto Voyager, pero teniendo la visión más allá de los sistemas de propulsión y aparatos científicos, tuvo la genial ocurrencia de incluir un disco dorado en cada nave con imágenes y sonidos que representarían la raza humana y nuestro planeta el día futuro que las sondas fueran encontradas por seres extraterrestres y entonces esos documentos digitalizados en códigos binarios servirían de tarjeta de presentación.

Tal como se había planeado los dos Voyager a través de los años nos enviaron magníficas imágenes de los cuatro gigantes de gas, pero después de visitar el último planeta y antes de salir al espacio interestelar Carl convenció a los técnicos encargados de la misión para que programaran un giro en la cámara de tal modo que el Voyager 1 pudiera fotografiar nuestro planeta desde la distancia de 6 mil millones de kilómetros, algo tan simple que hasta entonces nadie había pensado.

Cuando la imagen digitalizada fue procesada por las computadoras y se imprimió la primera copia la tuvo Carl en sus manos, pero en ese instante creyó que el sistema de telemetría espacial habría fallado porque ahí no se veía la Tierra, pero después de revisar la programación de los sistemas se supo que no había errores y solo entonces con una lupa se determinó que el pálido punto azul casi microscópico de un solo pixel que parecía mota de polvo realmente sería nuestro planeta.

La extraordinaria impresión de ese pequeño pálido punto azul impulsó a Carl a compartirla emocionalmente con su estilo característico científico y filosófico en diversas entrevistas y publicaciones, inclusive poco antes de morir escribió un libro completo en referencia exclusiva al mismo tema basándose únicamente en esa imagen.